Al reflexionar sobre el impacto que tiene el entorno urbano en el desarrollo pleno de la infancia y en la construcción progresiva de ciudadanía, creemos que la ciudad contemporánea ha fracasado en ser lugar de significado, identidad y juego para niñas y niños. El incremento de inseguridad, la aversión al riesgo y la imposición del modelo de ciudad centrado en el automóvil, ha consolidado una constante perspectiva adultocentrista, basada en la sobreprotección y el asistencialismo, que solo se ha visto recrudecida bajo la pandemia provocada por el virus Sars-CoV2 (COVID-19).
Hoy en día, el adultocentrismo dirige agendas políticas y se materializa a través de un entorno urbano hostil, donde la injusticia socio-espacial domina las calles, invisibilizando a la población infantil en nombre de su propia seguridad e impactando negativamente las interacciones de varias generaciones con el espacio público y la ciudad.
Considerar la importancia del juego y la perspectiva infantil en la creación de ciudad, es una responsabilidad transversal que debe compartirse entre diversos actores, disciplinas del saber y en correspondencia con todas las personas. Pensar en espacios públicos de juego se transforma en una apuesta por generar lugares no sólo para la infancia, sino para todos: nodos para la creación de comunidades más influyentes; escenarios para el encuentro y la convivencia; plataformas para el ejercicio del derecho al juego y metodologías para integrar la participación infantil y comunitaria; entre otras.
Previo al comienzo de la nueva normalidad resulta aún más urgente asumir a niñas y niños como actores autónomos y sujetos de derechos.
1. La reapertura de las ciudades debe contemplar estrategias que fortalezcan el tejido social y no continuar replicando prácticas adultocéntricas estandarizadas que colocan a la población infantil en el último peldaño de importancia de la esfera pública.
2. El entorno urbano es un factor crucial en la salud física y mental de las personas y en la construcción de sociedades más sanas y productivas.
3. La falta de acceso a un espacio público abierto, verde y de calidad transgrede los derechos humanos, especialmente los de niñas, niños y adolescentes.
4. Es imperativo determinar un mínimo de metros cuadrados por persona de espacio público abierto, verde, de calidad y de juego, accesible a menos de 10 minutos a pie.
5. Los espacios públicos diseñados con perspectiva de niñas y niños contempla también necesidades de otros grupos poblacionales.
6. Los espacios públicos deben crear la mayor cantidad de oportunidades para el juego, ser diseñados especialmente para el sitio donde se encuentran, en colaboración con la comunidad y no restringir el tipo de actividades que se realizan.
a. Una cancha no es un espacio público de juego, ni un espacio diseñado con perspectiva de género. Es un espacio deportivo que tiende a segregar grupos poblacionales.
b. Los módulos de plástico no son un espacio público de juego. Colocarlos en remanentes urbanos es otorgar a niñas y niños el espacio sobrante de las ciudades y no el espacio que merecen.
7. El juego al interior nunca tendrá el mismo impacto que jugar al exterior y en contacto con la naturaleza. Resulta imprescindible legislar que las escuelas y los entornos educativos cuenten con un espacio exterior que promueva el juego.
8. Es necesario homologar los términos referentes a los espacios públicos de juego en documentos legales para ya no referirse a ellos como “área para niños”, “zona de juegos”, “área infantil”, etc.
9. Los espacios de juego temporales, como las calles de juego, son un acto de protesta y activismo político, pero deben contemplarse como estrategias a corto plazo y no como un fin último.
10. Proporcionar el espacio para que las personas cumplan con pautas de distanciamiento físico mientras caminan o esperan, es una gran oportunidad para revalorizar las calles y banquetas como el espacio público por excelencia, donde además se pueden crear momentos de juego que estimulen el cuerpo, la mente, la imaginación y el espíritu.
Es frente a este panorama que desde nuestra práctica y trabajo en el territorio reafirmamos el compromiso por diseñar espacios públicos de juego para todos y apostamos por un aprendizaje colectivo e interdisciplinar para continuar desafiando el ejercicio de hacer ciudad.